viernes, 24 de mayo de 2013

Ricardo Corazón de León


El Rey Ricardo Corazón de León, gobernó Inglaterra durante la segunda parte del siglo XII.
Ricardo organizó una cruzada a la Tierra Santa para quitarles a los turcos el Santo Sepulcro.

La expedición no tuvo éxito y Ricardo fue capturado y confinado a una prisión extranjera. Durante su ausencia, los traidores se posesionaron del gobierno.

Cuando logró escapar y regresar a Inglaterra, por razones de su condición de Rey fue necesario que se vistiera con ropa común y sin armadura.

Al llegar a Inglaterra, en secreto reunió a algunos de sus más fieles seguidores con la idea de que reino volviera a manos de sus legítimos gobernantes. Una de las primeras cosas que hizo después de formar este pequeño grupo, fue atacar el castillo de Torquilstone, que era la fortaleza del enemigo en la cual Ivanhoe, el fiel amigo y seguidor del rey, había sido herido y puesto en prisión. Cuando Ivanhoe escuchó los ruidos del asalto que se iniciaba afuera del castillo y siendo que estaba imposibilitado de levantarse del lecho por las heridas y la pérdida de sangre, pidió a su enfermera, Rebeca, que se parara cerca de la ventana y le explicara lo que estaba sucediendo.

La primera cosa que deseaba saber era quien dirigía a los atacantes; con ese fin le pidió a Rebeca que le describiera la insignia o cualquier otra marca en la armadura del líder, pues así podría saber quién eran y qué esperanzas tenía de ser rescatado. Rebeca le informó que el líder peleaba con una armadura común y sin marcas y que no tenía insignias ni identificación alguna. Ivanhoe dijo: “Entonces dime cómo pelea y yo sabré quién es.” (Esto quiere decir que cada uno tiene un conjunto de rasgos tan característicos como sus huellas digitales y que la mejor clave para nuestra identificación es lo que hacemos.)

Así fue que Rebeca trató de describir a este grandioso caballero que vestía una armadura negra mientras contendía y movía su potente espada con poderosos golpes, asaltando el castillo casi sin ayuda. Y éstas son algunas de las cosas que ella le describió: “Cae sobre él las piedras y vigas de las paredes del castillo, pero él las trata como si fueran plumas. Pelea como si tuviera la fuerza de veinte hombres en un solo brazo. Es peligroso pero aun así, magnífico, presenciar cómo el brazo y el corazón de un solo hombre pueden triunfar sobre cientos”.

Supongo que el brazo de Ricardo no sería más fuerte que el de cualquiera de sus guerreros, pero no era de allí de donde provenía su fortaleza. Rebeca había dicho: “El brazo y el corazón de un solo hombre.”

Ricardo estaba peleando con su corazón, estaba luchando por su Patria; y cuando uno comienza a poner su corazón en lo que está haciendo, es entonces cuando se pueden producir los milagros.

Ivanhoe desconocía quién era ese hombre; aunque sabía que Ricardo peleaba de esa manera, y que nadie podía luchar como el rey, creía que éste todavía estaba prisionero en un calabozo.

Fue en esa ocasión cuando rindió tributo a un líder desconocido, pues era capaz de reconocer los rasgos que caracterizan a la grandeza.

Sus palabras fueron: “Juro por el honor de mi casa que soportaría diez años de cautiverio para luchar un solo día al lado de ese grandioso hombre, en una contienda como esta”. No podría haber para él una tortura mayor que el cautiverio, pero aun así declaró: “Con gusto languidecería diez años en un calabozo, por el privilegio de luchar bajo el estandarte de un hombre grandioso y por una causa justa”.

Todos estamos embarcados en una causa justa, ya sea desde un puesto de trabajo, un emprendimiento de negocio, desde el anónimo trabajo de un dirigente social o dentro de las paredes del hogar. Cualquiera sea nuestra causa, solo en la medida que entreguemos el corazón a lo que hacemos, se asegura el éxito.

Ver Video: Entregando el Corazón

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