Ricardo
organizó una cruzada a la Tierra Santa para quitarles a los turcos el Santo
Sepulcro.
La
expedición no tuvo éxito y Ricardo fue capturado y confinado a una prisión
extranjera. Durante su ausencia, los traidores se posesionaron del gobierno.
Cuando logró
escapar y regresar a Inglaterra, por razones de su condición de Rey fue
necesario que se vistiera con ropa común y sin armadura.
Al llegar
a Inglaterra, en secreto reunió a algunos de sus más fieles seguidores con la idea
de que reino volviera a manos de sus legítimos gobernantes. Una de las primeras
cosas que hizo después de formar este pequeño grupo, fue atacar el castillo de
Torquilstone, que era la fortaleza del enemigo en la cual Ivanhoe, el fiel
amigo y seguidor del rey, había sido herido y puesto en prisión. Cuando Ivanhoe
escuchó los ruidos del asalto que se iniciaba afuera del castillo y siendo que
estaba imposibilitado de levantarse del lecho por las heridas y la pérdida de
sangre, pidió a su enfermera, Rebeca, que se parara cerca de la ventana y le
explicara lo que estaba sucediendo.
La
primera cosa que deseaba saber era quien dirigía a los atacantes; con ese fin
le pidió a Rebeca que le describiera la insignia o cualquier otra marca en la
armadura del líder, pues así podría saber quién eran y qué esperanzas tenía de
ser rescatado. Rebeca le informó que el líder peleaba con una armadura común y
sin marcas y que no tenía insignias ni identificación alguna. Ivanhoe dijo:
“Entonces dime cómo pelea y yo sabré quién es.” (Esto quiere decir que cada uno tiene un conjunto de rasgos tan
característicos como sus huellas digitales y que la mejor clave para nuestra
identificación es lo que hacemos.)
Así fue
que Rebeca trató de describir a este grandioso caballero que vestía una
armadura negra mientras contendía y movía su potente espada con poderosos
golpes, asaltando el castillo casi sin ayuda. Y éstas son algunas de las cosas
que ella le describió: “Cae sobre él las piedras y vigas de las paredes del
castillo, pero él las trata como si fueran plumas. Pelea como si tuviera la
fuerza de veinte hombres en un solo brazo. Es peligroso pero aun así,
magnífico, presenciar cómo el brazo y el corazón de un solo hombre pueden
triunfar sobre cientos”.
Supongo
que el brazo de Ricardo no sería más fuerte que el de cualquiera de sus
guerreros, pero no era de allí de donde provenía su fortaleza. Rebeca había
dicho: “El brazo y el corazón de un solo hombre.”
Ricardo
estaba peleando con su corazón, estaba luchando por su Patria; y cuando uno
comienza a poner su corazón en lo que está haciendo, es entonces cuando se
pueden producir los milagros.
Ivanhoe
desconocía quién era ese hombre; aunque sabía que Ricardo peleaba de esa
manera, y que nadie podía luchar como el rey, creía que éste todavía estaba
prisionero en un calabozo.
Fue en
esa ocasión cuando rindió tributo a un líder desconocido, pues era capaz de reconocer
los rasgos que caracterizan a la grandeza.
Sus
palabras fueron: “Juro por el honor de mi casa que soportaría diez años de
cautiverio para luchar un solo día al lado de ese grandioso hombre, en una
contienda como esta”. No podría haber para él una tortura mayor que el
cautiverio, pero aun así declaró: “Con gusto languidecería diez años en un
calabozo, por el privilegio de luchar bajo el estandarte de un hombre grandioso
y por una causa justa”.
Todos
estamos embarcados en una causa justa, ya sea desde un puesto de trabajo, un
emprendimiento de negocio, desde el anónimo trabajo de un dirigente social o
dentro de las paredes del hogar. Cualquiera sea nuestra causa, solo en la
medida que entreguemos el corazón a lo que hacemos, se asegura el éxito.
Ver Video: Entregando el Corazón
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