Cuando un General romano volvía triunfador
de alguna campaña importante, Roma lo recibía con toda su pompa y esplendor. Él
entraba triunfalmente a la ciudad, la que se volcaba con tanto entusiasmo como
solemnidad a las calles. En la recepción estaba el pueblo y sus autoridades en
pleno. El General iba en el carro victorioso, encabezando las legiones.
Mientras recorría las calles, recibiendo lo vítores y honores de los ciudadanos
y del imperio, de pie detrás suyo, iba un esclavo diciéndole al oído que recordara
que era un hombre mortal.
Esta era una costumbre que
ayudaba al galardonado a hacerse consiente de su verdadera condición e impedía
que se le fueran los humos a la cabeza. Algunos generales se habrán sentido agradecidos
de que alguien los ayudara a asumir el triunfo con humildad; otros debe haber
considerado molesto y aguafiestas a este personaje que parecía echarles a
perder el gozo del triunfo.
Qué excelente, que ganas de poder
tener alguien junto a nosotros, en nuestro “mismo carro”, que constantemente
nos pudiera ir recordando las cosas fundamentales de nuestra existencia. Así no
perderíamos la conciencia de lo que verdaderamente vale. Nosotros como sociedad
pasamos momentos buenos y momentos no tan buenos; no siempre nos toca ir en el
carro de la victoria como aquellos generales romanos triunfadores. Pero sí
vamos veloces en un carro de acontecimientos, preocupaciones, plazos y
exigencias en que fácilmente terminamos olvidándonos de lo que somos, de lo
verdaderamente importante.
Es difícil en el cotidiano torbellino
de las cosas en el que nos encontramos envuelto, mantener la claridad. Pero,
como en la costumbre del Imperio Romano, también podemos tener a alguien que
nos ayuda a mantener la lucidez en medio del ajetreo cotidiano.
Todos tenemos un Padre, Hermano,
Esposa(o), hijo o amigo, que su sola compañía nos conecta con los más esencial
de nosotros. El saludarlo, conversar con él o ella es como un “bálsamo” para
nuestra mente, ya que nos conecta con nuestra facultad de trascender, con
nuestro anhelo de dejar un legado.
Otro aspecto que nos ayuda a
conectarnos con lo fundamental de la vida, es el desarrollo de la Fe. Así es,
el apegarnos a nuestra creencias más profundas que nos permiten salir del aquí
y el ahora, literalmente trascendemos.
Para mí es Jesucristo, para otro puede ser Yahvé, Alá. Quien sea ese ser
superior hace que nuestro paso por esta vida tenga un propósito trascendental. Permite que nuestros estudios, nuestros
trabajos, nuestros negocios, nuestras relaciones, nuestras victorias tengan una
perspectiva que trasciende a esta vida.
Nota: La palabra recordar tiene
una hermosa etimología, formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Recordar
es mucho más que tener a alguien o algo en la memoria. Significa “volver a
pasar por el corazón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario