El programa de la noche de
apertura en el Colegio Real de Música del Norte
consistía de obras para cello solo. En el escenario del impresionante
salón de conciertos no había más que una silla solitaria. Nada de piano ni de
atriles, ni podio para el director. Solo había música de cello en su forma más
pura e intensa. La atmósfera estaba sobrecargada de expectación y concentración.
El mundialmente famoso cellista
Yo-Yo Ma era uno de los intérpretes esa noche de abril de 1994 y había una
historia emocionante detrás de la composición musical que interpretaría.
El 27 de mayo de 1992, en
Sarajevo, una de las pocas panaderías que aún tenía una provisión de harina,
estaba haciendo y distribuyendo pan a la gente hambrienta, víctima de la
guerra.
A las cuatro de la tarde de ese
día, una larga fila se extendía por la calle. De repente, una descarga de
mortero hizo una explosión directamente en medio de la fila, matando a
veintidós personas y desparramando por toda el área carne, sangre, huesos y
escombros.
No lejos de allí vivía un músico
de treinta y cinco años llamado Vedran Smailovic. Antes que estallara la guerra, había sido cellista
de la Opera de Sarajevo, una distinguida carrera a la que pacientemente
esperaba regresar algún día. Pero cuando vio a través de la ventana la masacre
causada por la bala de mortero, aquello sobrepasó su capacidad de absorción y
no pudo soportar más. Angustiado, resolvió hacer lo me mejor sabía: música.
Música pública. Música atrevida. Música en el campo de batalla.
Durante los siguientes veintidós
días, a las cuatro de la tarde, Smailovic se vestía con su mejor traje de
concierto, tomaba su cello, salía de su departamento y se instalaba en medio de
la batalla que rugía en torno a él. Colocaba una silla de plástico junto al
cráter dejado por la bala de mortero y tocaba en memoria de los muertos el “Adagio en Si Menor” de Tomaso Albinoni,
una de las piezas más triste y cautivantes del reportorio clásico. Tocaba a las
calles desiertas, a los camiones estrellados, a los edificios humeantes y a la
gente aterrorizada que se escondían en los sótanos mientras las bombas caían y
las balas volaban. Con mampostería explotando a su alrededor, hacía que su
inimaginable valor resistiera en nombre de la dignidad humana, en nombre de los
que se habían perdido en la guerra, en nombre de la civilización, de la
compasión y de la paz. Aunque los escombros y las balas volaban a su alrededor,
el no recibió ningún rasguño.
Después que los periódicos
publicaran la historia de este hombre extraordinario, un compositor
inglés, David Wilde se sitió tan
conmovido que decidió componer música. Y escribió para cello solo, “El Cellista
de Sarajevo” en la cual vertía sus propios sentimientos de afrenta, amor y
hermandad con Vedran Smailovic.
Era “El Cellista de Sarajevo” que
Yo-Yo Ma iba a tocar esa noche.
Ma se presentó en el escenario,
hizo una reverencia hacia el público y suavemente se sentó en la silla
solitaria. La música comenzó a inundar toda la sala, donde la gente permanecía
en completo silencio, creando un universo sombrío y vacío, inquietante e
inolvidable. Lentamente, fue creciendo en un furor agonizante, clamoroso, mordaz,
cautivando todos antes de decrecer hasta llegar a un hueco de muerte y,
finalmente, vuelta al silencio.
Cuando finalizó, Ma se mantuvo
doblado sobre su cello, el arco descansando en las cuerdas. Durante un largo
momento, nadie en el auditorio se movió ni hizo un ruido. Fue como si hubieran
sido testigo de esa horrible masacre.
Finalmente, levantó la mirada y
la fijó en la audiencia y extendió su mano, llamando a alguien para que subiera
el escenario. Un indescriptible temblor hizo presa de todos cuando se dieron
cuenta de que se trataba de Vedran Smailovic, el cellista de Sarajevo.
Samilovic se paró de su asiento y
caminó por el pasillo mientras Ma dejaba el escenario para reunirse con él. Al
encontrarse se lanzaron el uno en los brazos del otro confundiéndose en un
exuberante abrazo. Todos los que estaban en el auditorio prorrumpieron en un
frenesí caótico y emocional, aplaudiendo, gritando y vitoreando.
Y en el centro de todos, aquellos
dos hombres, abrazados y llorando inconteniblemente. Yo-Yo Ma, un suave y
elegante príncipe de la música clásica, perfecto en apariencia y desempeño; y
Vedran Smailovic, vestido con un traje de motociclista manchado y andrajoso. Su
pelo largo y su inmenso bigote enmarcaban su rostro que aparentaba ser más
viejo de lo que en realidad era, humedecido con lágrimas y arrugado por el
dolor.
Todos se sintieron conmovidos en
lo más profundo de su humanidad al encontrarse con ese hombre que hizo trepidar
su cello ante las bombas, la muerte, las ruinas, desafiándolos a todos.
Elaboración Final
El mundo de hoy está cubierto de
campos de batalla: algunas concretas, otras sociales, emocionales o
espirituales. En realidad todos conocemos personas cuyas vidas pasan por
cualquier razón varios niveles de desesperación. Quizás su sustento está
amenazado. Tal vez tiene preocupaciones respecto a un miembro de la familia.
Posiblemente han perdido la salud. Cuando Vedran Smalovic vio personas en
necesidad dejó la seguridad de su hogar y “resolvió hacer lo que mejor hacía”,
y eso era tocar música.
Las verdaderas decisiones
trasformadores de vida que enfrentamos se llevan a cabo día a día y todos los
días cuando decidimos salir de nuestros asientos de “espectadores” y hacer una
contribución.
¿Y en cuanto a usted? ¿En cuanto
a mí? Basando en la semana pasada, ¿somos más un espectador que un colaborador?
¿Estamos satisfechos de nuestras contribuciones actuales?
Composición Musical basada en la Historia de Vedran Smalovic es este link: El Cellista de Sarajevo
Composición Musical basada en la Historia de Vedran Smalovic es este link: El Cellista de Sarajevo
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