lunes, 6 de mayo de 2013

¿CUÁL ES EL MOMENTO CRÍTICO DE TOMAR UNA DECISIÓN?

Tomemos conciencia que eliminar lo que no queremos no nos lleva a lograr lo que queremos. La mayoría de los problemas son causados por nuestra filosofía de gerencia y la manera como decidimos. De acuerdo con W. E. Deming, 94% de los problemas son causados por la gerencia,  y solo 6% por los empleados, así que posiblemente el problema lo esté causando Ud. Los problemas requieren soluciones y ello está íntimamente relacionado con nuestra disposición, capacidad  y calidad para decidir.
Tomar decisiones es parte integrante de nuestra vida y de nuestra profesión, pero en las empresas, esto se hace especialmente crítico porque nuestras decisiones afectan a mucha gente en la organización y así como su futuro. 
La llamada “Gerencia Inerte” -la que piensa que si no hace nada, nada va a pasar- evita tomar decisiones o las deja para otros. No tienen conciencia que no decidir es una decisión, la peor, porque a la larga tendremos que decidir de todos modos, y quizás sea demasiado tarde, o nos hayamos debilitado demasiado y perdido la capacidad de recuperarnos. La decisión de cuándo, porqué y cómo hacerlo, está íntimamente ligada a la naturaleza de aquello sobre lo que debemos decidir.
Cuando una situación se viene deteriorando gradualmente y comenzamos a buscar excusas, crear agendas ocultas, a comentarla con otros y en la casa hasta que comenzamos a “acostumbrarnos,” a aceptarla como “parte del programa,” ese es el momento de decidir. 
Nuestra dificultad para tomar decisiones importantes muchas veces radica en el dolor (o temor) que ello nos causa; pero si vinculamos la decisión hacia el placer: hacia el resultado deseado, en lugar de hacia el dolor: la incertidumbre y las consecuencias inmediatas, ella se hará más fácil. Puede que esa decisión nos cause un gran dolor inicial, pero se verá compensada con creces al recoger los beneficios de la decisión tomada. 
Una inversión importante, un cambio en nuestra vida profesional, decidir casarnos cuando lo estamos pasando “tan bien” solteros, tener un hijo, cambiar nuestros hábitos y nuestras costumbres más arraigadas, despedir un empleado, o vernos obligados a tomar decisiones en una o otra dirección por causa de las exigencias del entorno, o del trabajo; todas ellas generan presiones que nos “distraen” de la decisión, y en ocasiones nos hace caer en lo que Wally Amos llama el Efecto Poyo: Pobrecito Yo. 
Ackoff decía que no importa cuando apretemos el acelerador, será poco lo que logremos avanzar si no quitamos el píe del freno. Por otra parte, nunca habrá un “momento perfecto” para arrancar: algunos semáforos estarán en verde, otros en amarillo y otros en rojo; pero una vez que decidimos, nuestra energía se enfoca y fortalece para hacer lo mejor ante la nueva situación.
Mantengámonos enfocados para no caer en trampas o racionalizaciones. Por no enfrentar los problemas verdaderos o evitar ver la cruda realidad, tomamos decisiones sobre lo “fácil,” muchas veces comprometiendo nuestro potencial para el futuro. Las decisiones simplistas y los arreglos cosméticos sin profundizar en las causas raíces, solamente pospondrán el problema; y posiblemente lo agravarán, pues bajaremos la guardia, y el problema volverá a nosotros. 

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